Contaminación digital

Hoy en día, el mundo digital, y todo lo que conlleva, representa el 4% de emisiones de gases de efecto invernadero y el consumo de, como mínimo, el 7% de la electricidad mundial, según el informe de Greenpeace.

El uso de internet conlleva utilizar infraestructura física – cableado, centros de datos y redes de transmisión- que requiere de electricidad que será más o menos contaminante, dependiendo de la fuente de energía que la suministra.

Los servicios streaming -ver u oír un archivo directamente en una web sin necesidad de descargarlo previamente en el ordenador- lideran la lista de plataformas más contaminantes -una hora de Netflix emite 440 g de CO2-, pero un simple email, también contamina. La Agencia Francesa del Medio Ambiente declaró en un estudio que un solo email con 1MB emite unos 19g de CO2 y si a este email le adjuntamos algún archivo la contaminación aumenta, y si compramos on line, y si enviamos un WhatsApp, y si hacemos una videollamada, y si utilizamos otras aplicaciones de internet… seguimos sumando.

No parece tarea fácil reducir este impacto invisible e intangible cuando forma parte de nuestra vida cotidiana y que, para muchas de nosotras, fue nuestra salvación durante la pandemia para salir de la nostalgia, del aburrimiento y de la soledad. Como decíamos en la entrada anterior de nuestro Blog “Decrecimiento, vivir con menos”, a pesar de tener un planeta paralizado y confinado en 2020 se registró un nuevo récord histórico de concentración de CO2 -413 partes por millón-.

Por otro lado, existe un agotamiento de minerales necesarios para las baterías de estas nuevas tecnologías -litio, manganeso, cobalto, níquel-. Es tal la demanda que no hay reservas suficientes en los yacimientos que hoy en día son explotables o fácilmente extraíbles -low hanging fruits-. Sin duda, se buscarán nuevos yacimientos, pero ¿a qué coste?

Ya no se pueden seguir quemando combustibles fósiles que están ligados al calentamiento global, pero tampoco se puede seguir con el mismo consumo energético, ya que no hay suficientes materias primas.

Y, ¿qué podemos hacer?

De momento, para mitigar esta contaminación digital, antes de esperar clikeando a que lleguen unas políticas públicas necesarias, tendríamos que partir por algunos cambios de hábitos, como: prolongar la vida útil de los dispositivos o nuevas tecnologías, apagar la red de internet mientras duermes, limpiar los dispositivos de aquello que no sea imprescindible (fotos, mensajes antiguos, videos), reducir la calidad de las películas que vemos por streaming o dejar de verlas -mmm, difícil, ¿eh?-, apagar la cámara en las videollamadas siempre que se pueda, anular la suscripción a newsletters innecesarios, comprimir los archivos que se envíen por e-mail y, si son muy pesados, usar plataformas externas -como we transfer- y por último, no dejar de leer libros en papel.

Y tú, ¿cuántos emails enviaste hoy? Yo, la verdad, unos cuantos…

Fuente:
http://www.clickclean.org/