Nuestra carga química corporal

Se refiere a la presencia y acumulación de compuestos químicos en nuestro cuerpo. Su presencia se mide en los fluidos corporales -sangre, orina y leche materna- o en los tejidos -uñas, pelo, grasa y huesos-. Pero ¿Sabemos de dónde provienen y de qué se componen los productos que consumimos?
En nuestra “sociedad avanzada”. estamos sometidos a un sinfín de productos químicos que introducimos en nuestros hogares y consumimos a diario sin ser conscientes de ello. Compuestos que sin lugar a dudas mejoraron, en algún momento, la productividad, la durabilidad, la seguridad y el bienestar, pero que hoy en día está demostrado que, muchos de ellos, tienen efectos secundarios. Purificadores del aire, ambientadores, productos de limpieza, productos de higiene, alimentos, cosmética, textiles, materiales de construcción, agua y un amplio etcétera., contienen sustancias químicas sintéticas que van entrando a nuestro cuerpo en pequeñas dosis a través de la nariz, la boca o la piel que se van acumulando en el cuerpo y que se pueden ir transmitiendo de generación en generación.
En los últimos 100 años se han introducido al ambiente 150.000 nuevos productos químicos, de los cuales solo un 10% de ellos han sido evaluados. Que no quiere decir que ese 10% sea seguro ya que no se tienen datos de interacción.
Algunos de los compuestos más comunes encontrados en nuestros espacios interiores y que preocupan a los científicos son los alquifenoles (en detergentes), ftalatos (en PVC, tintes), retardantes de llama (en textiles), el formaldehído (en cosmética, productos de limpieza, en materiales de construcción), benceno (en plásticos, resinas, pegamentos y detergentes) y el Bisfenol A (en policarbonato), todos ellos relacionados o bien con alergias, con la infertilidad, con trastornos del metabolismo, con alteraciones y enfermedades neurológicas, con enfermedades autoinmunes o con el cáncer.

Un informe del IMIM, Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas, ubicado en el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona, ha puesto de manifiesto alguno de sus efectos: el asma. El estudio ha podido confirmar que las personas que trabajan limpiando casas particulares tienen un 50% más de riesgo de padecer asma y problemas respiratorios. “Hoy la calidad del aire en una casa media europea es entre 3 y 5 veces peor que el aire de la calle de Madrid” – Michael Braungart, químico de la Universidad Técnica de Hamburgo-. Por lo que nuestro aire interior será siempre igual o peor que el aire exterior de donde nos situemos.
Establecer un vínculo causal entre unos determinados factores medioambientales y los efectos perjudiciales para la salud, plantea muchas dificultades. Desde que una sustancia empieza a levantar sospechas hasta que se regula o se prohíbe pueden pasar años, incluso décadas. La movilidad, la bioacumulación de muchos contaminantes, el carácter multifactorial imposibilitan, muchas veces, tener un diagnóstico claro del origen. Por otro lado, la prohibición del uso de un producto basada en los resultados de un estudio que muestre su peligrosidad, puede verse obstaculizada por la aparición de otros estudios, financiados por las grandes empresas químicas, farmacéuticas y del plástico, que ponen en duda esos resultados. Por todo lo anterior, es que abogamos por “El Principio de Precaución” y motivamos a intentar reducir la presencia de contaminantes químicos de nuestros entornos interiores apostando por productos naturales, locales y ecológicos, y evitar productos derivados del petróleo, tanto en la alimentación, como en la higiene, en la indumentaria, en la decoración y en la construcción.